Biblioteca Barrio Puerto - Patronato de Liberadxs Necochea
Juntando Historias /taller literario andante
2020
La consigna fue :Escribir con libertad
alguna historia sobre algún juego
preferido que tenemos ahora o tuvimos en la infancia. También se puede
nombrar juguetes que tuvimos y
agregar alguna travesura, alguna
macana que nos mandamos de chiquis (yo me
acuerdo ahora una que fue poner a calentar leche sobre la hornalla en una jarra
de plástico –que por supuesto se derritió-). Para recordar, reír un poco, y
sobre todo ganas de volver a jugar!
Aparte: si en vez de persona humana fueses un animal,
qué animal elegirías ser?
Travesuras
mías: recuerdo que trabajaba en el campo, con mis 2 primos en el campo trabajábamos en una chancheria y un día mis primos salieron a darle de comer
a los cerdos y mi primo dejo las botas y
al lado de las botas había un sapo y se
me ocurrió la travesura de meterle el sapo adentro de las botas y horas después se quiso poner las botas y no le entraba porque
el sapo estaba dentro y él le tenía
fobia a los sapos y metió la mano dentro de la bota pensando que era una media y cuando metió la mano y era un sapo reboleó
las botas y yo reí mucho por mi
travesura
un águila
Andrés
Me crié sin
hermanas, hasta mis 11 años, así que he inventado montones de juegos, algunos
muy aburridos. Algo que me gustaba era ponerles nombres extravagantes a mis
muñecos, a veces eran nombres como Agustina, Valeria, Jesica, pero a veces me
gustaba bautizarlas con otros como Rosa, María, Azucena, y un día jugando con
mi abuela ella le puso Virginia a una de mis muñecas, y no sé por qué me causó
tanta gracia que me hiciera pis encima de la risa ** No me olvido más de eso…
Acostumbrada a estar sola, (supongo)
tenía un amigo imaginario, se llamaba Ramón. Era aterrador para mi familia, ya
que “dormía conmigo”, hasta le ponía su plato y su vaso… he aquí, al pobre Ramón, que se comía las cagadas a pedo de todos por las
cagadas que me mandaba yo… Ese día que era un sufrido bárbaro! Y me crié
también entre cartas y dados, así que mucho tiempo pasaba timbeando, sola o
acompañada, igual era… Y hasta el día de
hoy me gusta mucho jugar a las cartas!!!
Si fuese un
animal, me encantaría ser un pájaro. No hace falta explicar las razones.
“amo la libertad”
Carolina
Mi niñez con mis
travesuras locas
Cuando era
chica recuerdo que yo era como la
hormiga, siempre esperaba que mi mamá se sentara a coser, para hacerla renegar con mi travesura, ella
buscaba el hilo, quien yo ella buscaba
el hilo, quien la tenía yo. Ella buscaba el restante de tela –quién la tenía
toda cosida: yo, pero lo que me encantaba jugar era con el dedal, ese era mi
juguete preferido, para mi mamá siempre lo perdía, ella siempre compraba
uno nuevo, hasta que un día me
descubrió, tenía como dos dedales en una caja abajo de mi ropero jajajja , fue
una de mis travesuras de mi niñez, que jamás se me borra de mi mente.
Susana
-
Mis juguetes en
mi infancia era jugar a la pelota con los amigos de mi hermano, a la bolilla me
gustaba tirar piedras con gomeras y siempre miraba la tele y pasaban
propagandas de juguetes de varones como pistas de autos, pistolas, etc….
lloraba para que me las compren ¡
Mis papás me
compraban muñecas o bebotes y a los dos días no sé por qué les cortaba el pelo,
le sacaba alguna pierna o brazo y después terminaba queriendo la de mi hermana
porque estaba impecable**
[no sé si animal
pero mi mamá quería un varón y salí algo raro*/]
si fuera un
animal creo yo que sería un koala, por la cantidad de horas que duermo a veces
y por lo que me gusta dormir jajja
-
Rusita
Mi juego
preferido querido fútbol
Desde chiquito
siempre pateando algo, una botella, un almohadón, una cinta toda pegada en
forma de pelota, lo que sea, si no había una pelota la hacía con cualquier tipo
de material mientras se podía patear nos divertíamos, me acuerdo una anécdota
de chiquito: que con mis compañeros les escondimos todas las pelotas el
profesor me nos una, para no hacer físico, y dejamos solo una para que nos
ponga a jugar un partido y no entrenar como correspondía. Esa historia quedo
marcada para todos los chicos que estábamos
si fuese un
animal sería
cocodrilo
Lucas
Pensando en mi
infancia, lo primero que se me viene a la cabeza es el terreno de al lado de mi
casa, el cual tenía un árbol y con mis hermanos, primos y los chicos del barrio
nos creíamos salvajes, le atamos una soga a la rama más alta y resistente que
tenía, de la cual nos turnábamos para tirarnos a hacer alguna salvajada. El
terrenito!!! era lo bastante grande como para improvisar una canchita de
fútbol, donde todos jugábamos tanto mujeres como hombres, cada tarde volvíamos
corriendo a casa de la escuela pensando en que íbamos a jugar en el terrenito,
que de seguro ya se estaba jugando algún partido
ELEFANTE
Abril
Bueno mi juego
preferido de ahora es el truco y cuando era chico me gustaba jugar a la
escondida y a la guerra. Juguete preferido no me acuerdo, jugaba mucho con los
rasti, autitos, a la payana, bah muchos juguetes no tenía. Había cuatro o cinco
motos a pila pero mi mamá no me dejaba usarlas para que no las rompa, al pedo
porque después de grande no sé a quién se las regalé. Y lo que me más me
gustaba era el verano que mis viejos alquilaban el departamento y nos íbamos
todos a vivir a lo de mi abuelo en Quequén (en las 6 esquinas) y ahí sí me lo
pasaba todo el día en la calle con la onda colgada en el cogote y un sachet de
leche también colgado en el cogote para llevar las piedras, y los días de
lluvia a jugar en el taller de mi papá con mi hermana y travesuras no les
cuento porque no termino más de escribir, me lo pasaba haciendo macanas
el animal que me
gustaría ser es un oso, así duermo todo el invierno, y en verano me dedico a
pescar y caminar por las montañas
José
Desde pequeño siempre
mi juego preferido era el fútbol, adoraban salir a jugar con mis vecinos y
amigos, nos reuníamos y en medio de la calle armábamos arcos con grandes
piedras, las cuales los vecinos nos hacían sacar porque pasaban con sus autos y
podían romperlos. Nosotros los sacábamos en el momento que pasaban y las
volvíamos a poner y renegaban mucho con nosotros. Pero era hermoso juntarse a
jugar al fútbol. En mi caso era muy especial el fútbol y jugué hasta grande y
hoy por condiciones físicas no puedo jugarlo pero sí armaba equipos para jugar
en distintos torneos…
Travesura: como
no recordaba alguna travesura le pregunté a mi mamá y dice que teniendo 5 años
metí un cuchillo en un enchufe el cual hizo saltar la térmica y suerte porque
de no ser así podría haberme electrocutado
Si en vez de ser
una persona hubiera sido un animal me hubiera gustado ser un perro – el motivo
es porque amo a los perros, son muy cariñosos y fieles
Sebastián
JUEGO DE NIÑOS EN LOS 60 (Introducción de “Sentimientos de una vida)
Mi casa de la infancia en la calle Belgrano de San Miguel, tenía una vereda ancha y de la vereda a la calle unos metros más de verde pasto siempre bien cuidado, éramos, se puede decir de la clase media de aquella época, “los sesenta”, la barrita de amigos teníamos entre 10 y 13 años, por supuesto que no había celular ni nada que se le parezca, en toda la cuadra podía haber una familia que tuviera un teléfono de línea. En aquella época se diferenciaban bien las clases sociales, estaba el pobre, que era bien pobre, que trabajaba de cualquier cosa, pero comida no les faltaba, estaba la clase media que se diferenciaba bastante del pobre y los ricos que eran realmente ricos, pocas veces interactuábamos con esa clase alta, nos separaba por parte de ellos, un status que nunca entendimos.
En la puerta de mi casa, al final de la vereda y justo en la línea divisoria del terreno vecino había una higuera, grande, fastuosa, con robustas ramas que subían y caían al verde pasto dejando un túnel donde nos juntábamos a jugar a la payana, estar debajo de esa higuera en verano era una sensación que jamás olvidare, pero yo sabía que esa fuente de sombra y frutos no era nuestra, mi abuelo me enseño que a pesar que estaba justo en la línea de nuestra casa la había plantado el vecino y por esas cosas de la agrimensura quedo medio tronco para cada lado y también por esas cosas de la naturaleza era más frondoso para nuestro lado, pero pertenecía al vecino y en esa época los buenos hábitos de convivencia inculcado por mis mayores fueron parte de mi vida, así que tenía muy claro que la higuera no era nuestra, el tema estaba cuando daba frutos, nos empachábamos, pero teníamos que tener cuidado con la vecina, la señora Vizantiel que había quedado viuda y en honor a su difunto esposo cuidaba ese árbol como a una reliquia, además de tener un carácter de perro, nos espiaba por la ventana y si nos veía arrancar higos, salía con una escoba y armaba un desparramo de chicos, cada uno a su casa corriendo, si bien fue parte de nuestra infancia y lo relacionábamos con un juego más, la molestábamos bastante, aunque en el fondo le teníamos miedo y respeto.
Esa casa vecina siempre nos dio temor y curiosidad, el frente hasta las ventanas era de mármol blanco jaspeado, resabios de un tiempo de riquezas en esa familia, si bien el caserón era de un solo piso se mostraba inmenso de alto y con terminaciones de bastones esculpidos, la viuda de vez en cuando hacia limpiar el frente para mantenerlo brillante, cuando eso ocurría aprovechábamos que abría la puerta y podíamos espiar un poco la casa, se veían muebles antiguos y alguna estatua, nunca pudimos saber si en esa casa existían los fantasmas o había guardado mucho oro y joyas y otras cosas que creíamos haber escuchado, pero un día la viejita murió, los hijos que se los veía muy poco tapiaron las ventanas y la pusieron en venta, a partir de ahí la higuera quedo nuestra, toda nuestra, a tal punto que armamos una casita con pertrechos de madera ente las dos ramas principales y pasó a ser nuestro refugio.
Nuestro juego principal por supuesto era el futbol, pero como segunda opción jugamos a la guerra, teníamos rifles hechos de madera y hacíamos dos bandos, nos escondíamos y empezaban los tiros, cuando alguien era descubierto le tiraba y gritaba “muerto Carlitos” y que hacia Carlitos?, se tiraba al piso mostrando su capacidad actoral para morir, cada uno tenía su estilo, pero entre todos estaba Edgardo “el correntino”, ¡!qué capacidad para morir que tenía!!, se agarraba el pecho y nos hacía creer que su sangre brotaba y le quedaba en las manos y se quedaba en el piso con los ojos abiertos y cara de muerte sufrida, realmente era un verdadero artista, valla a saber de qué película copió semejante actuación, solo había un cine y éramos muy habitués en el horario vespertino, pasaban dos películas pagando una sola entrada, recuerdo que al final de alguna película mostraban un corte de la próxima semana y nos mostraban una escena de supuesto sexo de aquella época y cuando la chica de la película se iba a levantar la blusa y mostrar sus bustos, se cortaba la escena y te ponían un cartel gigante, “PRÓXIMAMENTE” y ahí estábamos la semana entrante sentaditos, nos mirábamos en penumbras entre sonrisas nerviosas esperando ese momento de la película, y… llegaba al mismo instante, el villano la obliga a desnudarse, la bella y voluminosa mujer con miedo y muy lentamente comienza a levantarse la blusa, nosotros sentados sin apoyar la espalda en la butaca, ya no nos miramos para no perdernos ningún detalle, pero justo en ese momento llega el maldito héroe y la rescata de lo que para nosotros era el éxtasis, y así sin mostrar nada continua la escena con una pelea de hombres que poco nos interesaba, hasta ahí, nunca pudimos ver ni un pezón en ese cine, pero siempre nos embaucaban y volvíamos por las dudas, así era nuestra vida en los 60, el colegio, el futbol, el cine, la payana y los juegos de guerras.
Había llovido ese día y la cancha estaba muy mojada y no llego nadie para un picadito, entonces los seis amigos decidimos jugar a la guerra, nos separamos de a tres y empezábamos a buscarnos, en mi equipo estaba Luis y Beto y en el otro Pablo, Daniel y Edgardo, yo espío un poco y lo veo a Edgardo subir a la higuera, entonces me agazapo por la parte de atrás, la más frondosa y me quedo medio tapado entre las ramas esperando verlo, por haya escucho, pam, pam, muerto Beto!!, me había quedado sin un compañero, pero me quede quieto hasta que Edgardo asoma su cabeza de la puerta de nuestro bunker a tres metros del piso, lo deje que entre en confianza y cuando mostro todo el cuerpo, le apunto y pam, pam, muerto Edgardo grite!!, creo que fue la mejor actuación de su vida, soltó su arma, se tomó su estómago, me mostro sus manos ensangrentadas, volvió a mirar su cuerpo herido, empezó a retorcerse de dolor y se dejó caer ya muerto, su actuación fue tan sublime que se olvidó que estaba arriba de la higuera, cayo pesadamente y se quebró la pierna derecha en dos partes.
El tiempo pasó, la pierna se curó y cuando quisimos jugar nuevamente a los soldaditos, ya no daba, casi todos estábamos en algo más importante, “noviando”
Darío
Mi casa de la infancia en la calle Belgrano de San Miguel, tenía una vereda ancha y de la vereda a la calle unos metros más de verde pasto siempre bien cuidado, éramos, se puede decir de la clase media de aquella época, “los sesenta”, la barrita de amigos teníamos entre 10 y 13 años, por supuesto que no había celular ni nada que se le parezca, en toda la cuadra podía haber una familia que tuviera un teléfono de línea. En aquella época se diferenciaban bien las clases sociales, estaba el pobre, que era bien pobre, que trabajaba de cualquier cosa, pero comida no les faltaba, estaba la clase media que se diferenciaba bastante del pobre y los ricos que eran realmente ricos, pocas veces interactuábamos con esa clase alta, nos separaba por parte de ellos, un status que nunca entendimos.
En la puerta de mi casa, al final de la vereda y justo en la línea divisoria del terreno vecino había una higuera, grande, fastuosa, con robustas ramas que subían y caían al verde pasto dejando un túnel donde nos juntábamos a jugar a la payana, estar debajo de esa higuera en verano era una sensación que jamás olvidare, pero yo sabía que esa fuente de sombra y frutos no era nuestra, mi abuelo me enseño que a pesar que estaba justo en la línea de nuestra casa la había plantado el vecino y por esas cosas de la agrimensura quedo medio tronco para cada lado y también por esas cosas de la naturaleza era más frondoso para nuestro lado, pero pertenecía al vecino y en esa época los buenos hábitos de convivencia inculcado por mis mayores fueron parte de mi vida, así que tenía muy claro que la higuera no era nuestra, el tema estaba cuando daba frutos, nos empachábamos, pero teníamos que tener cuidado con la vecina, la señora Vizantiel que había quedado viuda y en honor a su difunto esposo cuidaba ese árbol como a una reliquia, además de tener un carácter de perro, nos espiaba por la ventana y si nos veía arrancar higos, salía con una escoba y armaba un desparramo de chicos, cada uno a su casa corriendo, si bien fue parte de nuestra infancia y lo relacionábamos con un juego más, la molestábamos bastante, aunque en el fondo le teníamos miedo y respeto.
Esa casa vecina siempre nos dio temor y curiosidad, el frente hasta las ventanas era de mármol blanco jaspeado, resabios de un tiempo de riquezas en esa familia, si bien el caserón era de un solo piso se mostraba inmenso de alto y con terminaciones de bastones esculpidos, la viuda de vez en cuando hacia limpiar el frente para mantenerlo brillante, cuando eso ocurría aprovechábamos que abría la puerta y podíamos espiar un poco la casa, se veían muebles antiguos y alguna estatua, nunca pudimos saber si en esa casa existían los fantasmas o había guardado mucho oro y joyas y otras cosas que creíamos haber escuchado, pero un día la viejita murió, los hijos que se los veía muy poco tapiaron las ventanas y la pusieron en venta, a partir de ahí la higuera quedo nuestra, toda nuestra, a tal punto que armamos una casita con pertrechos de madera ente las dos ramas principales y pasó a ser nuestro refugio.
Nuestro juego principal por supuesto era el futbol, pero como segunda opción jugamos a la guerra, teníamos rifles hechos de madera y hacíamos dos bandos, nos escondíamos y empezaban los tiros, cuando alguien era descubierto le tiraba y gritaba “muerto Carlitos” y que hacia Carlitos?, se tiraba al piso mostrando su capacidad actoral para morir, cada uno tenía su estilo, pero entre todos estaba Edgardo “el correntino”, ¡!qué capacidad para morir que tenía!!, se agarraba el pecho y nos hacía creer que su sangre brotaba y le quedaba en las manos y se quedaba en el piso con los ojos abiertos y cara de muerte sufrida, realmente era un verdadero artista, valla a saber de qué película copió semejante actuación, solo había un cine y éramos muy habitués en el horario vespertino, pasaban dos películas pagando una sola entrada, recuerdo que al final de alguna película mostraban un corte de la próxima semana y nos mostraban una escena de supuesto sexo de aquella época y cuando la chica de la película se iba a levantar la blusa y mostrar sus bustos, se cortaba la escena y te ponían un cartel gigante, “PRÓXIMAMENTE” y ahí estábamos la semana entrante sentaditos, nos mirábamos en penumbras entre sonrisas nerviosas esperando ese momento de la película, y… llegaba al mismo instante, el villano la obliga a desnudarse, la bella y voluminosa mujer con miedo y muy lentamente comienza a levantarse la blusa, nosotros sentados sin apoyar la espalda en la butaca, ya no nos miramos para no perdernos ningún detalle, pero justo en ese momento llega el maldito héroe y la rescata de lo que para nosotros era el éxtasis, y así sin mostrar nada continua la escena con una pelea de hombres que poco nos interesaba, hasta ahí, nunca pudimos ver ni un pezón en ese cine, pero siempre nos embaucaban y volvíamos por las dudas, así era nuestra vida en los 60, el colegio, el futbol, el cine, la payana y los juegos de guerras.
Había llovido ese día y la cancha estaba muy mojada y no llego nadie para un picadito, entonces los seis amigos decidimos jugar a la guerra, nos separamos de a tres y empezábamos a buscarnos, en mi equipo estaba Luis y Beto y en el otro Pablo, Daniel y Edgardo, yo espío un poco y lo veo a Edgardo subir a la higuera, entonces me agazapo por la parte de atrás, la más frondosa y me quedo medio tapado entre las ramas esperando verlo, por haya escucho, pam, pam, muerto Beto!!, me había quedado sin un compañero, pero me quede quieto hasta que Edgardo asoma su cabeza de la puerta de nuestro bunker a tres metros del piso, lo deje que entre en confianza y cuando mostro todo el cuerpo, le apunto y pam, pam, muerto Edgardo grite!!, creo que fue la mejor actuación de su vida, soltó su arma, se tomó su estómago, me mostro sus manos ensangrentadas, volvió a mirar su cuerpo herido, empezó a retorcerse de dolor y se dejó caer ya muerto, su actuación fue tan sublime que se olvidó que estaba arriba de la higuera, cayo pesadamente y se quebró la pierna derecha en dos partes.
El tiempo pasó, la pierna se curó y cuando quisimos jugar nuevamente a los soldaditos, ya no daba, casi todos estábamos en algo más importante, “noviando”
Darío
CONSIGNA NUEVA:
“Un hecho feliz con ingredientes”
Contar un recuerdo feliz –puede ser “el día más feliz” o uno cualquiera pero lindo
PERO en la manera de contarlo tiene que estar incluido uno o dos de estos tres ingredientes:
-AL MENOS UN COLOR
-UN AROMA
-UN SONIDO O MÚSICA
Además: cuáles mi dicho o frase hecha preferido, POR EJEMPLO:
"la culpa no es del chancho..."